Mas allá de la fé o no de quien lo escucha,
esto es una delicia
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Laudate Dominum:
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
Gloria al Padre y al Hijo, y al Espíritu Santo,
como era en un principio, ahora, y siempre,
por los siglos de los siglos.
Amén.
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